Un país compuesto por un millar de islas bajo las reglas del Islam y la contracara que presenta el turismo de lujo.
En el Océano Índico alrededor de mil islas pequeñas se esparcen lejanas a las costas continentales. Son las Maldivas, un verdadero reducto de virginidad y exotismo. Sin embargo desde hace unos años el turismo los tomó por sorpresa.
Grandes compañías hoteleras instalaron imponentes resorts con la calidad y atención del Primer Mundo. Aunque en el remoto paraíso de arrecifes coralinos, mantas rayas y peces extraños en un espacio marítimo de 90 mil km2 tan sólo 200 islas se encuentran habitadas, lo que supone un contacto con la naturaleza sin precedentes.
Los edificios son bastante bajos. No superan la altura de las palmeras y tampoco hay elevaciones de tierra significativas. Todo es planicie, lo que permite disfrutar y ver el mar en donde se mire. Por su parte, es esta escasa altitud es la que coloca a este collar de islas en peligro de extinción si es que el calentamiento global sigue su curso derritiendo los hielos de los polos.
Como en otros lugares del mundo, resuelven en un mismo espacio todas las necesidades del turismo a fin de que queden maravillados con las bondades naturales y los servicios prestados, sin interferir ni ser interferidos por la cultura local.
Maldivas es un país musulmán. Por tanto sus comunidades cumplen las reglas del Corán, cosa que no sucede en los hoteles, ni donde abunda el turismo. Sin embargo quien esté atento podrá hablar con los habitantes en alguna excursión hacia la capital o hacia algún poblado.
Además los mozos y empleados de resorts son nativos. Ellos enseñan parte de sus costumbres en cortas conversaciones. En los restaurantes también se produce un contacto sutil a través de la gastronomía, la música y la danza.
Entre las actividades preferidas por los turistas se encuentra el snorkel y el buceo superficial y de profundidad. Mar sobra, recovecos de tierra también; sólo queda lanzarse al agua, también es posible sumergirse hacia un barco hundido. El Kudhi Maa, antiguo carguero japonés que hoy forma una zona coralina artificial con todos los cuidados respecto a la seguridad ya que fue hundido de forma intencional, por tanto no presenta riesgo alguno.